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Miraflores de Leopoldo Chariarse. Segunda Edición, octubre de 2017, a cargo de la Institución Peruana de Promoción Educativa y Cultural (IPPEC).

Leopoldo Chariarse, orfebre de la palabra
Leopoldo Chariarse es un solitario lírida en una isla de perfección, no solamente por haber elegido el camino en el exilio, sino también porque en su obra literaria está alejado de las modas en el Perú o en cualquier otro lugar. En 1975, en ocasión de su compilación La cena en el jardín, Julio Ramón Ribeyro notó que la escritura de Chariarse era sublime, literaria en el más noble sentido de la palabra, con una predilección por situarse dentro de la gran tradición literaria de occidente. Chariarse, que conoce muy bien la cultura y literatura del oriente, tanto como la europea, vive en su poesía una suerte de presente eterno y evita casi siempre en su poesía citar lugares. Como los trovadores, persigue aparentemente ideales inalcanzables sin que la música de sus palabras sea empañada por el cansancio o la desesperación. Su poesía es de pronto un mar de calma, de súbito una fiesta de las palabras, comparable a los cigarrales de Toledo celebrados por Tirso de Molina. En paz con la naturaleza y su conciencia, su lírica es una invitación a la tranquilidad del alma para el lector. Muestra de una gran capacidad en el manejo del lenguaje, un perfecto conocimiento de la prosodia así como de las leyes de los versos, tanto tradicionales como modernos. Esto significa que el poeta aparte de contar sus sílabas, disfrutar de los acentos y formar sus rimas, puede también darle ritmo a sus versos libres con los que se solaza a su aire. Dicho todo esto, cabe agregar que Miraflores, el libro que el lector tiene ante sus ojos, es un texto único, porque aparentemente soslaya ese carácter intemporal de muchos de sus poemas. Este barrio de Lima, en el que Chariarse pasó parte de su juventud, es evocado como un lugar ameno al que la poesía evoca como un presente luminoso, donde todo transcurre como una inminencia, el amor mismo es una víspera, un anhelo de perfección. Todo está como detenido en el disfrute, en el conocimiento de lo cierto y verdadero y la muerte, ignorada, no aparece con su garra poderosa, no toca lo que el poeta ama. Repasar estos poemas es también hacerse partícipe de su serenidad.
Lima, 9 de julio de 2017
Marco Martos